Oggi aperto
9:00-19:00
mostra
27 Oct – 25 Feb 2024

Viaggio di luce

Claudio Parmiggiani Abel Herrero

La exposición Viaje de luz reúne por primera vez las obras de Claudio Parmiggiani y Abel Herrero en el sugestivo ambiente de la Galería de las Carrozas del Palacio Medici Riccardi.

La muestra, un proyecto del Museo Novecento promovido por la Ciudad Metropolitana de Florencia, comisariada por Sergio Risaliti y organizada por MUS.E y la Asociación Kontainer, reúne las obras de dos artistas de orígenes distantes pero unidos por su poética y sensibilidad recíprocas hacia el lenguaje pictórico.

Proyecto de:Museo Novecento
A cargo de:Sergio Risaliti
Organizada por:Mus.e e Kontainer
Donde:Galleria delle carrozze, via Ginori, 12
Viaggio di Luce. Claudio Parmiggiani, Abel Herrero
Biglietti e riduzioni
Entrada
gratuito
Horarios
De 9:00 a 19:00

Cerrado miércoles

PRORROGADA HASTA EL 25 DE FEBRERO

En el Palacio Medici Riccardi llega así un viaje que comenzó en 2006, cuando Abel Herrero decidió ‘acoger’ y comisariar en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana la instalación Silencio a voz alta de Claudio Parmiggiani, la mayor Delocación ambiental jamás realizada por el artista, célebre por sus obras de ceniza y humo realizadas a partir de 1970. Esa colaboración artística, coronada en Cuba, se reinterpreta ahora, en Florencia, de una forma más completa y en una instalación inédita en la que confluyen en un único espacio compartido las obras de ambos artistas.

En la Galería de las Carrozas —extraño y extraño juego del destino en el paso de vehículos de tierra a los de agua— cuatro grandes barcas deslizan hacia un destino distante, inalcanzable; o quizás se alejan del punto de partida, con la esperanza de arribar a una tierra desconocida, virginal, para dar inicio a una nueva civilización del arte. Como memorias de un viaje, casi se han convertido en sombras de sí mismas. Viajan en la inmovilidad. Las barcas de Parmiggiani transportan una carga especial, hecha de polvos de diferentes colores, materiales milagrosos, preciosos, la quintaesencia de una historia gloriosa: pigmentos puros, la sustancia inalienable de toda aparición pictórica. Rojo, amarillo, azul y verde. Colores en viaje hacia la luz, fundamento y origen de la mirada, de la sorpresa ante el milagro de lo real que resiste al nulo vacío.

En las paredes, los grandes lienzos monocromáticos de igual pureza cromática firmados por Abel Herrero. Mares de un verde luminoso y ácido, de un amarillo cegador y nervioso, de un azul lleno de profundidad nocturna, de un rojo como la sangre y el néctar dionisíaco, de un negro que mientras esconde, revela el origen de la luz. Grandes superficies agitadas, un mar de color, olas inmóviles que cabalgan una tras otra, una sobre la otra, que nos enfrentan como muros saturados de color. Herrero realiza una reapropiación contemporánea del clásico tema de la vista marina, que aquí se convierte en una representación de la condición humana.

Con sus instalaciones, Parmiggiani llega hasta la desaparición del objeto, penetrando en el mundo inmaterial de la idea, en los límites de lo absoluto e inalcanzable, pero confiando a las cosas la ‘encarnación’ de lo divino en lo real, el desvelamiento de lo invisible en el mundo de las cosas. Un par de zapatos desgastados, una campana, un montón de libros, el calor de una estatua, una vieja lámpara de aceite, barcas y pigmentos. El cuadro es posible solo confiando a los objetos la belleza y la verdad, a los pigmentos de colores la historia y supervivencia de la pintura. Como cuando confía a la sombra y al humo la presencia real de las cosas, a la memoria la presencia del pasado. De manera similar, Herrero acepta el reto de la abstracción sin renunciar a la inmanencia de la pintura, a la estructura reconocible de la visión naturalista, única vía posible para el pintor para imaginar lo infinito y lo ilimitado, cuando todo se ha reducido a alcance de la mano y cada forma de vida se ha consumido digitalmente. Todo, incluso el origen del universo. Todo misterio, incluso el de la luz y su contrapartida, la oscuridad. Como en Parmiggiani, también en Herrero persiste la maravilla por el milagro de la mirada, que es luego el reconocimiento contemplativo de lo real. Ese vertiginoso abrirse de lo divino y lo infinito tanto en la cosa como en la obra de arte.

Un intenso diálogo donde la obra de Parmiggiani, instalada pero fuertemente marcada por la narración pictórica, sufre una metamorfosis que convierte el movimiento horizontal de las cuatro esculturas, cargadas de pigmentos de colores, en una catarsis vertical hecha de grandes lienzos saturados de color puro, de pura luz.

Con motivo de la exposición, se publicará un catálogo con textos del comisario y contribuciones críticas de Andrea Cortellessa y Walter Guadagnini.

Claudio Parmiggiani photo Claudio Abate

Biografías

Claudio Parmiggiani (Luzzara, 1943)

Entre los principales protagonistas del panorama artístico internacional, Parmiggiani se forma en el Instituto de Bellas Artes de Módena. Muy joven, estudia con Giorgio Morandi y comienza a utilizar para sus obras moldes de yeso pintados que el artista define como “pinturas esculpidas”. En 1965 realiza su primera exposición en la librería Feltrinelli de Bolonia, y en el mismo periodo se acerca al Grupo 63 y a “il verri” de Luciano Anceschi, mientras que en Milán mantiene relaciones con Vincenzo Agnetti y Emilio Villa, con quien establece una larga colaboración. Un espíritu radicalmente iconoclasta subyace en todo su trabajo, y muchas son las intuiciones que desde mediados de la década de 1960 han caracterizado de forma completamente original y pionera su investigación.

De 1970 son las primeras Delocaciones, obras realizadas con fuego, polvo y humo, definidas como esculturas de sombra por Georges Didi-Huberman, que representan una reflexión radical sobre el tema de la ausencia y la huella, desarrollado aún más posteriormente hasta convertirse en la línea fundamental de todo su trabajo.

En los últimos 40 años, Claudio Parmiggiani ha centrado su práctica en temas de la memoria, la ausencia y el silencio, en su búsqueda de una imagen, de un objeto que trascienda el tiempo y la experiencia individual para evocar una verdad universal y existencial. Sus materiales son polvo y ceniza, fuego y aire, sombra y color, luz y piedra, vidrio y acero, sangre y mármol. Al ensamblar fragmentos del mundo, campanas, mariposas, libros, estrellas, estatuas, barcas, crea imágenes insólitas que, en su trágica belleza, nos parecen extrañamente familiares.

Ha publicado a lo largo de los años numerosos libros-obra. Ha presentado sus obras en muchas otras prestigiosas instituciones internacionales, tanto públicas como privadas. Entre sus intervenciones permanentes, El faro de Islandia (2000), Ex-voto en el Museo del Louvre (2007), Puerta Speciosa para el Sacro Eremo de Camaldoli (2013) y la obra en la Cámara de los Amores de Villa Medici en Roma (2015).

Abel Herrero

Abel Herrero (La Habana, 1971)

Herrero vive y trabaja en Italia desde 1994. Ha madurado su arte confrontándose con importantes figuras de la vanguardia italiana. Durante sus años de permanencia en Italia, ha vivido y residido entre Milán, Parma, Venecia y la Toscana senesa, estudiando la historia del arte y la iconografía europea.

Desde siempre, la pintura de Herrero indaga la relación entre el hombre y el mundo natural. Dentro de esta relación, asistimos a una reflexión sobre el concepto de saturación, un fenómeno que consiste en llevar al límite, a la exageración, los valores de resistencia de un cuerpo o de un elemento. En la práctica pictórica, el artista realiza una saturación cromática utilizando el color puro y eligiendo generalmente los colores de la saturación tipográfica: magenta, cian, verde, amarillo. Así, se obtiene una pintura poderosa, luminosa, donde el propio sujeto se convierte en color puro. Se anula de este modo la distinción entre valencia cromática y temática; el sujeto se convierte en cromía y el color se convierte en sujeto.

‘’No es el mundo visible el que está saturado, es nuestra mirada la que satura lo visible, ya que todo lo que es observado por el ojo de masa se convierte en presa de esa forma de relativismo óptico fagocitante y bulímico que hace que cualquier imagen sea engullida y escupida, exaltada y borrada simultáneamente. La pintura, la forma más importante y noble de representación, es decir, de imagen, se ve igualmente involucrada en este dramático escenario en el que todo es igual a todo y a nada. Por eso creo en la gran posibilidad del artista, en mi caso del pintor y de la pintura, de poder higienizar la imagen de la contaminación de contenido a la que está sometida, sustrayéndola de la náusea del hipercosumo visual. La pintura, en su pobreza y humildad, se convierte nuevamente en el medio ideal para representar la esencia del mundo y la verdad del sujeto, cualquiera que sea.”

‘’Non è il mondo visibile ad essere saturo, è il nostro sguardo che satura il visibile in quanto tutto ciò che viene guardato dall’occhio di massa diventa preda di quella forma di relativismo ottico fagocitante e bulimico che fa si che qualsiasi immagine venga ingoiata e sputata, esaltata e cancellata simultaneamente. La pittura, la più importante e nobile forma di rappresentazione, cioè d’immagine, viene a sua volta coinvolta in questo drammatico scenario nel quale tutto è uguale a tutto e a niente. Credo per ciò nella grande possibilità dell’artista, nel mio caso del pittore e della pittura, di poter igienizzare l’immagine dall’inquinamento di contenuto a cui è sottoposta, sottraendola alla nausea dell’iperconsumo visivo. La pittura nella sua povertà e umiltà diventa nuovamente il mezzo ideale nel rappresentare l’essenza del mondo e la verità del soggetto, qualsiasi esso sia.”

ABEL HERRERO STUDIO