Oggi aperto
9:00-19:00
mostra
20 Mar – 08 Sep 2024

 “L’incanto di Orfeo”

en el arte de todos los tiempos, desde Tiziano hasta el contemporáneo

Se titula “L’incanto di Orfeo” la gran exposición – comisariada por Sergio Risaliti y Valentina Zucchi, nacida de un proyecto del director del Museo Novecento, promovida por la Ciudad Metropolitana de Florencia y organizada por MUS.E – que, del 20 de marzo al 8 de septiembre de 2024, verá el Palazzo Medici Riccardi acoger unas 60 obras de arte dedicadas a una de las figuras más importantes e inmortales del mito clásico. Pinturas y esculturas, dibujos y manuscritos, instalaciones y películas, que abarcan desde la Antigüedad hasta nuestros días.

Editado por:Sergio Risaliti e Valentina Zucchi
Donde:Museo Mediceo
En colaboración con:Museo Novecento
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Gerrit van Honthorst, Orfeo, Palazzo Reale di Napoli
Biglietti e riduzioni
Entrada general
15€
Entrada reducida
10€
Horarios
De 9:00h a 19:00h
Última entrada
18:00h

Cerrado miércoles

Empezando por el espléndido relieve neoático de mármol con Orfeo, Eurídice y Hermes, del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, que representa la segunda y última separación del cantor de su amada -fuente de inspiración para el poeta Rainer Maria Rilke, del poeta Rainer Maria Rilke, autor de los «Sonetos a Orfeo», hasta obras de Tiziano, Parmigianino, van Honthorst, Bruegel el Viejo, Rembrandt, Delacroix, Moreau, Redon, Feuerbach, De Chirico, Cocteau, Savinio, Melotti Twombly y Paladino de prestigiosas instituciones culturales italianas e internacionales: de las Galerías Uffizi al Museo del Louvre de París, del Mart de Trento y Rovereto al Kunsthistorisches Museum y el Belvedere de Viena, del MANN y el Palazzo Reale de Nápoles a los Musées de Beaux-arts de Blois y Marsella, del Museo Nazionale del Bargello a la Accademia Carrara de Bérgamo, del Museo di San Marco a las bibliotecas Laurenziana y Riccardiana de Florencia, así como de colecciones privadas y gracias a una colaboración especial con los Archivos del Teatro del Maggio Fiorentino.

Esta exposición hunde sus raíces en los primeros tiempos del mito y gira en torno a la figura multiforme y metamórfica de Orfeo, poeta, músico y cantante, compañero de viaje de los Argonautas, primero infeliz y luego desesperado esposo de Eurídice, viudo inconsolable desgarrado por las Bacantes.

Su figura domina y brilla en el Palazzo Medici Riccardi: de hecho, el proyecto expositivo nace de la presencia del maravilloso grupo de mármol de «Orfeo encantando a Cerbero», de Baccio Bandinelli -en su día acompañado de una lira- en el patio principal del palacio de Via Larga, dedicando especial atención a su protagonismo en Florencia y desplegando los acontecimientos del mito entre las salas. Orfeo fue de hecho un tema privilegiado del arte y la cultura florentinos junto a las figuras emblemáticas de Hércules, David y Judit; presente ya en el siglo XV en uno de los paneles de Luca della Robbia en el Campanile de Giotto, el hijo de la musa Calíope y del rey tracio Eagro (o Apolo, según otras versiones del mito) ocupó un lugar especialmente destacado en el estudio y la interpretación del clasicismo en la época del Renacimiento, con énfasis literario, filosófico y político. Este interés -que se desarrolló precisamente en torno a Cosme el Viejo y Lorenzo el Magnífico gracias a los artistas, hombres de letras, pensadores y poetas próximos a los Médicis- se manifiesta en una multiplicidad de obras.

A esta extraordinaria temporada de filología y experimentación en las artes y las letras se remonta, por ejemplo, la teatral Fabula di Orpheo de Agnolo Poliziano, amigo íntimo del Magnífico y traductor al latín de las Argonáuticas órficas, que se exhibe en la exposición gracias a un precioso ejemplar procedente del entorno de los Médicis (Biblioteca Riccardiana), flanqueado también por un refinado silogio iluminado de los Himnos órficos de la madurez del siglo XV, muestra del interés cultural y religioso que maduró en el ámbito neoplatónico en la misma época. Fueron Marsilio Ficino, Pico della Mirandola y Cristoforo Landino quienes reconocieron a Orfeo como uno de los padres fundadores de la prisca philosophia -cruce sapiencial de teología, filosofía y poesía- y quienes se dedicaron a leer tanto los Himnos órficos como las fuentes antiguas, entre ellas Virgilio y Ovidio, además de Platón, los intérpretes y divulgadores clásicos de los hechos de Orfeo tras los primeros testimonios más fragmentarios (basta pensar en las referencias de los grandes Esquilo y Eurípides). El atractivo de Orfeo en el entorno de los Médicis resurgió a principios del siglo XVI, cuando el culto Papa León X, por mediación del cardenal Giulio de’ Médicis, gobernador de Florencia, encargó a Baccio Bandinelli la realización de la estatua que hoy se encuentra en el patio del palacio, eje de esta exposición, emblema de pacificación y concordia en el delicado clima de restauración de los Médicis en la ciudad.

Incluso Cosme I de Médicis no escapó a la seducción de Orfeo y quiso que Agnolo Bronzino le retratara bajo su apariencia, transfiriendo idealmente sobre sí mismo el poder embrujador y civilizador que pertenecía al poeta tracio. De hecho, Ovidio nos cuenta que su canto, acompañado de su kithara, era capaz de hechizar las almas de las bestias y los árboles, pero también de atraer hacia él a las piedras, conduciendo a todo el mundo terrenal hacia la armonía y la dulzura: no es casualidad que entre sus primeras hazañas, relatadas por Apolonio Rodio en las Argonáuticas, Orfeo consiguiera encantar incluso a las Sirenas, y que hasta las Furias sintieran por primera vez humedecerse sus mejillas por su canto.

Cercano al dios Apolo -a quien debemos el don de la preciada lira-, Orfeo es también próximo a Dioniso y a los cultos mistéricos desde sus orígenes, conocedor de los secretos de la naturaleza y del alma, adepto del mundo de los conos y de sus misterios, capaz incluso de atravesar sus entrañas: se le describe como un psicopompo, habiendo penetrado en el reino de las tinieblas para cantar ante Hades y Perséfone, rogando que devolviera la vida a su esposa Eurídice.

La pérdida final de Eurídice en el umbral de la luz, sin haberse resistido a mirarla, es una de las imágenes más conocidas de la civilización occidental, infinitamente representada e interpretada: Conviene recordar aquí que Eurídice, el melodrama musicalizado por Jacopo Peri y Giulio Caccini sobre un libreto de Ottavio Rinuccini y cuyo libreto se expone en la exposición, se representó por primera vez en el Palacio Pitti en 1600, con ocasión de las celebraciones entre María de Médicis y Enrique IV de Francia; todos los críticos coinciden en reconocer en estas formas de poemas cantados los inicios de la gran ópera que culminaría con el Orfeo de Gluck en el siglo XVIII. El eco de este acontecimiento fue tan grande que inspiró famosas esculturas dedicadas a Orfeo, entre ellas la admirada obra de Pierre de Franqueville, creada para el florentino Girolamo Gondi en Francia, trasladada más tarde nada menos que a Versalles y expuesta ahora en la exposición.

Las apariciones de Orfeo, emblema sublime del poder de las artes pero también de todas las debilidades, deseos y locuras humanas, se han prolongado a lo largo de los siglos: sus vicisitudes encarnan en realidad los pasajes fundamentales de la vida, que se desenvuelven entre el amor y la muerte, entre la aspiración y la inspiración, entre la aceptación y el desafío, entre la sublimación y el fracaso. Orfeo es, pues, una figura compleja y arquetípica, cantante y músico, pero también sacerdote de misterios sagrados, transbordador de almas del reino de los vivos al de los muertos; tras el velo de sus conmovedoras palabras se esconden perlas de sabiduría, verdades gnósticas, revelaciones herméticas. No muere finalmente despedazado y decapitado por las Bacantes, que no apreciaron ser rechazadas tras la muerte de Eurídice: pues el mito de Orfeo atraviesa el tiempo, protagonista absoluto en la música de Monteverdi y en las alegorías pintadas barrocas, luego en el siglo XVIII y de nuevo en el Romanticismo, cuando se acentúan los aspectos sublimes del amor entre Orfeo y Eurídice (basta apreciar el conmovedor cuadro de Ary Scheffer en la exposición), junto con los oscuros y sombríos de su mítico descenso al Hades y los inquietantes de su violento final a manos de los seguidores de Dioniso; y luego se convirtió en objeto de interés con el Simbolismo, despertando la admiración de Redon y Moreau, y de Apollinaire, que revivió el Orfismo y el Hermetismo en París, cuna de las vanguardias del siglo XX.

No menos fascinación causó Orfeo a Jean Cocteau, que le dedicó numerosos dibujos, una obra de teatro y sobre todo dos películas, Orfeo en 1950 y El testamento de Orfeo en 1959. Y el orfismo también fascinará a Igor Stravinsky, que compondrá un Orfeo conmovedor en 1947, con el coreógrafo George Balanchine. Un magnetismo al que también sucumbieron artistas como Giorgio De Chirico y Alberto Savinio, Fausto Melotti y Ettore Colla, cuyas obras se exponen en la muestra, y poetas como el citado Rilke y Dino Campana, testimonio de los múltiples renacimientos de Orfeo y del orfismo, que han llegado hasta nuestros días, ya que Calvino, Pavese y Bufalino han abordado su historia, mientras que un cantautor actual, Roberto Vecchioni, parece querer recordarnos que: «siempre es Orfeo cuando hay canto» (R.M. Rilke).

La exposición permitirá desandar y recorrer el mito de Orfeo gracias a una rica selección de obras maestras del arte de todas las épocas, empezando por el hermoso cuadro de Gerrit van Honthorst, que se ha convertido en el icono de la exposición. Sus aventuras con los argonautas y el poder de su canto, capaz de hechizar a los animales más variopintos, se despliegan por las salas, hasta la muerte de Eurídice, mordida por una serpiente y plantada por el poeta -ejemplificada por soberbios cuadros de Tiziano, Delacroix y Moreau- hasta el descenso escénico a los infiernos, el posterior regreso a la tierra (poderosa la interpretación de Anselm Feuerbach) y la segunda pérdida de la amada, su último canto y la furia bestial de las Bacantes, atestiguada por la cabeza decapitada de Orfeo, de Odilon Redon.

Las obras figurativas se yuxtapondrán a preciosos manuscritos de la Biblioteca Riccardiana y de la Biblioteca Laurenziana -entre los que se incluye, además de los ejemplares mencionados, una versión ilustrada de las Metamorfosis de Ovidio, procedente de la zona de los Médicis y anotada por Poliziano– y se recordarán también las obras musicales inspiradas en el mito de Orfeo, poniendo de relieve cómo éste ha impregnado diferentes ámbitos culturales a lo largo de los tiempos, convirtiéndose en una figura emblemática no sólo de la civilización clásica, sino también de la renacentista, moderna y contemporánea.

Una sección especial de la exposición está dedicada a los decorados, figurines y máscaras de artistas que colaboraron con el Maggio Musicale Fiorentino, ejemplificados en la exposición por las soberbias creaciones de Giorgio De Chirico.

 

L'incanto di Orfeo